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EL ALFARERO


Había una vez un señor que era alfarero, hacia bellezas de vasijas, restauraba también viejas vasijas. Una vez haciendo una vasija se le estropeo en las manos, el alfarero con delicadeza, con amor, con dedicación, con paciencia, tomo la vasija, la volvió hacer de otra forma diferente a la que el primeramente quería darle, no voto la vasija ni el barro, al contrario le dio otro estilo y quedo mucho más hermosa que todas las demás, porque ninguna se le había estropeado en las manos, pero esa sí.


El alfarero las vendía y se vendían muy bien pues realmente eran hermosas, pero la que se le estropeo en las manos, no la puso en venta sino que se quedo con ella, como recordatorio que hasta al mejor alfarero se le puede estropear una pieza de arte.


Jeremías 18:3 Y descendí a casa del alfarero, y he aquí que él trabajaba sobre la rueda. 4 Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en su mano; y volvió y la hizo otra vasija, según le pareció mejor hacerla.


Al pasar el tiempo el alfarero murió, su hijo primogénito ahora era el heredero de la vasija que se había estropeado, su hijo siguió el trabajo de su padre, sus manos eran iguales a las de su papa, sus obras eran realmente hermosas, sus ideas eran únicas y sus vasijas se vendían mejor que las de su padre, también se dedico a coleccionar algunas, esas que en sus manos también se habían estropeado pero él les había dado otra forma, pues era él quien le conseguía el barro a su padre y se quedaba mirando como él lo hacía, había aprendido muy bien el oficio, más que trabajo lo veía como pasatiempo, pero tomaba muy en serio cuando una vasija se estropeaba, no era idea del alfarero echarla perder en sus manos sino que ella sola quería ser estropeaba, era una dedicación tremenda, mucho tiempo, días, tal vez hasta semanas creando vasijas hermosas, no era un gusto para el alfarero cuando una se estropeaba, pero con dedicación, con amor y paciencia la formaba otra vez, la vasija no tenía autoridad en las manos del alfarero para escoger su forma, las manos del alfarero le daban la forma que a él más le parecía, la forma correcta, la más hermosa, la más adecuada para ella.


Muchas vasijas aun están en la rueda del alfarero, tomando la forma de las manos del trabajador, hasta que la vasija no tome su forma más hermosa, más adecuada para ella, la forma más correcta, aun no saldrá de la rueda. Es un proceso que toda vasija tiene que soportar y si se estropea en las manos del alfarero, el alfarero la vuelve a formar no en la vasija anterior, sino en una nueva vasija, no con la forma de antes que tenía sino con una nueva forma.


Porque las cosas viejas pasaron he aquí todas son echas nuevas. 2 Corintios 5:17


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